Aunque sé que algún madridista va a leer esto, y le va a sentar muy bien, mi intención es que lo lean los seguidores del Barcelona. Al que no le guste el fútbol, que huya directo de este blog o que se encante con este post de un video increíble que posteé ayer.
Esto lo escribió un periodista catalán y no es más acertado, porque no se puede. Por favor, léanlo y no se molesten.
¿Qué ha ocurrido?
Por: Martí Perarnau
Una sobredosis de adrenalina revolotea por Madrid, jugueteando con la posibilidad de doblarle el espinazo al Barça conquistador de los seis títulos. Alcanzar el liderato ha sido como ascender a los cielos y ha confirmado que en Madrid no se andan con chiquitas cuando tienen algo que celebrar: aquí, cuando se gana es que se gana de verdad y hoy no hay madridista que no haya descorchado su íntima botella de champán para festejar el pescozón. Semejante frenesí coincide con el clásico pesimismo barcelonista, capaz de encontrar siempre algo negativo en el trayecto de su equipo. El barcelonista nunca ha sido hombre de mucha fe, sino de amplia incertidumbre e interrogantes abiertos veinticuatro horas incluso en los días más festivos. No faltó en pleno éxtasis por las seis copas del año pasado quienes sólo andaban preocupados por el curso siguiente, así que ahora no hay que extrañarse porque un tropiezo en Almería desencadene otra ola de pesimismo estructural.
Más que dos estilos opuestos de jugar a fútbol estamos ante dos modos contrarios de entender la vida. El madridista es un optimista desaforado, convencido de sí mismo más allá de toda mesura y aunque aparente ser hipercrítico con su equipo jamás deja de creer en él. Ha crecido a base de ambición y fe y cada temporada basa todas las apuestas en el espíritu indomable de sus jugadores, sin importar demasiado su calidad. El barcelonista, por el contrario, encuentra su hábitat natural en el pesimismo, donde retoza cómodo en busca de culpables: el entrenador que no comprende; el delantero centro que se aturulla; el defensa al que pitar. Ni siquiera en los años felices puede despegarse de ese cierto tono oscuro, temeroso de que el futuro será menor hermoso que los sueños.
En los últimos tiempos esto parecía haber cambiado de la mano de Guardiola, que no sólo alcanzó resultados históricos, sino que hizo pedagogía de la buena y mostró el otro rostro de un equipo profesional de fútbol. Narró el cómo; explicó el porqué y caminó por una senda desconocida: la de la confianza extrema en las propias fuerzas. Enfrente, el madridismo vivió otro esfuerzo melancólico: quiero y no puedo parecía ser el nuevo lema de un equipo inestable en lo emocional y desequilibrado en lo estructural. ¿Ha cambiado algo? Sí, que el Madrid ganó otro partido en el último suspiro y el Barça tropezó con un jugador menos. Pocas veces causas tan pequeñas han generado tal cambio de estado emocional en tanta gente. Sin embargo, ni una coma de las virtudes y los defectos de ambos equipos ha sufrido una variación drástica y eso deberían tenerlo muy en cuenta ambas aficiones: una, quizás para desmadrarse algo menos; la otra, para creer algo más en su equipo.
Esto lo escribió un periodista catalán y no es más acertado, porque no se puede. Por favor, léanlo y no se molesten.
¿Qué ha ocurrido?
Por: Martí Perarnau
Una sobredosis de adrenalina revolotea por Madrid, jugueteando con la posibilidad de doblarle el espinazo al Barça conquistador de los seis títulos. Alcanzar el liderato ha sido como ascender a los cielos y ha confirmado que en Madrid no se andan con chiquitas cuando tienen algo que celebrar: aquí, cuando se gana es que se gana de verdad y hoy no hay madridista que no haya descorchado su íntima botella de champán para festejar el pescozón. Semejante frenesí coincide con el clásico pesimismo barcelonista, capaz de encontrar siempre algo negativo en el trayecto de su equipo. El barcelonista nunca ha sido hombre de mucha fe, sino de amplia incertidumbre e interrogantes abiertos veinticuatro horas incluso en los días más festivos. No faltó en pleno éxtasis por las seis copas del año pasado quienes sólo andaban preocupados por el curso siguiente, así que ahora no hay que extrañarse porque un tropiezo en Almería desencadene otra ola de pesimismo estructural.
Más que dos estilos opuestos de jugar a fútbol estamos ante dos modos contrarios de entender la vida. El madridista es un optimista desaforado, convencido de sí mismo más allá de toda mesura y aunque aparente ser hipercrítico con su equipo jamás deja de creer en él. Ha crecido a base de ambición y fe y cada temporada basa todas las apuestas en el espíritu indomable de sus jugadores, sin importar demasiado su calidad. El barcelonista, por el contrario, encuentra su hábitat natural en el pesimismo, donde retoza cómodo en busca de culpables: el entrenador que no comprende; el delantero centro que se aturulla; el defensa al que pitar. Ni siquiera en los años felices puede despegarse de ese cierto tono oscuro, temeroso de que el futuro será menor hermoso que los sueños.
En los últimos tiempos esto parecía haber cambiado de la mano de Guardiola, que no sólo alcanzó resultados históricos, sino que hizo pedagogía de la buena y mostró el otro rostro de un equipo profesional de fútbol. Narró el cómo; explicó el porqué y caminó por una senda desconocida: la de la confianza extrema en las propias fuerzas. Enfrente, el madridismo vivió otro esfuerzo melancólico: quiero y no puedo parecía ser el nuevo lema de un equipo inestable en lo emocional y desequilibrado en lo estructural. ¿Ha cambiado algo? Sí, que el Madrid ganó otro partido en el último suspiro y el Barça tropezó con un jugador menos. Pocas veces causas tan pequeñas han generado tal cambio de estado emocional en tanta gente. Sin embargo, ni una coma de las virtudes y los defectos de ambos equipos ha sufrido una variación drástica y eso deberían tenerlo muy en cuenta ambas aficiones: una, quizás para desmadrarse algo menos; la otra, para creer algo más en su equipo.
2 comentarios:
Que tal Jesus, me gustaría saber qué opina este mismo periodista hoy 18 de marzo despues de que el Barça le diera un repaso al stuttgart y el madrid haya sido eliminado por el equipo mas flojo de la competición...
Un saludo
Hola Anónimo, sigo a la espera de su próximo post. Por mi parte puedo decir que estoy más que satisfecho con los resultados. No creo que el Lyon sea el más flojo de la competición pero bueno respeto tu opinión.
El post de Marti, no era más que una crítica a una conducta propia del catalanismo. Estoy seguro que está feliz por la eliminación del Real y más por la clasificación del Barça.
Saludos y gracias por opinar.
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